198X y el amor por los arcades

 "Vosotros aun no estáis listos para esto, pero a vuestros padres les encanará"


Como cualquier persona con una cuenta de Steam, tengo ingentes cantidades de juegos que se muy bien como han llegado ahí. Bundles, juegos que ponen gratis por tiempo limitado y otras vicisitudes han inflado el volumen de mi biblioteca y, de vez en cuando, me gusta arrancar alguno de esos juegos de los que no se nada, sin mirar siquiera su pagina en la tienda, para ver que sorpresa puedo encontrar.

198X era el primero de esa lista de juegos sin rostro y ayer noche lo acabé de una sentada. El juego, que dura aproximadamente una hora y media (puede que menos si no sois tan torpes como yo), es un compendio de homenajes a algunas de las recreativas mas icónicas de los años 80, como R-Type, Outrun o Double Dragon. En total son cinco "minijuegos" inspirados en estas legendarias maquinas recreativas, de los que jugaremos un nivel de cada una. 

Y aunque podría dedicar algo de tiempo a hablar de esos niveles (que están bastante bien, todo sea dicho), ya que a fin de cuentas son la parte jugable como tal de 198X, creo que este es un titulo mucho mas interesante por el hilo que nos conduce de una maquina a otra.


La historia detrás de las pantallas, o mas bien frente a ellas, es la de un chaval sin nombre, en unos suburbios sin nombre a las afueras de una ciudad sin nombre, en pleno 198X, que un día y casi de forma accidental, descubre un local de arcade medio escondido en lo que antes era una fabrica a las afueras de su barrio.

La historia de este chaval esta llena de inexactitudes por una razón concreta. El chaval nos habla de sus problemas, de como le cuesta madurar, integrarse en el instituto, de su situación familiar y de su crush de juventud. Estas situaciones y problemáticas a las que se enfrenta son fáciles de entender y toca muchos lugares comunes con los que es fácil resonar, con el propósito de tender un puente emocional con el jugador.

La aburrida y monótona vida del protagonista cambia cuando encuentra ese local "prohibido" en el que gente de todo tipo se reúne alrededor de unas maquinas recreativas que serian amor a primera vista para él. Sus ansias por salir al mundo y encontrarse se habían satisfecho a través de imposibles mundos virtuales en los que podía ser un ninja que se enfrentaba a espíritus malignos o conducir hacia una eterna puesta de sol.

Tanto el lugar donde esta el muchacho, como la relación que tiene con su entorno, la época en la que vive y todas las vicisitudes a las que se enfrenta mientras recorre ese trayecto a la adultez que es la adolescencia tienen como objetivo que el jugador conecte con él, que pueda verse identificado o incluso que le evoque cierta sensación de nostalgia, de cuando era jóvenes y iban de las instituto a las arcades y de las arcades al instituto.

Y honestamente, aunque creo que hace un buen trabajo generando ese "mínimo común denominador narrativo", al escuchar al protagonista... no podía evitar pensar que era un poco plasta. 

Eso y que quizás la historia de este juego no era para mi.

La cosa es que, para mi, todo la historia de este chaval, me resulta totalmente alienígena. Nuestras vidas no pueden tener menos en común: nací en un país con seguridad social, unos 20 años mas tarde que él y en una pequeña ciudad. Nunca me costó encontrar grupo de amigos, ni tenia esos grandes deseos de salir a ver el mundo o de encontrar mi propia identidad.

Además, el corazón de esta historia se sitúa en ese antro lleno de pantallas parpadeantes, monedas sonando a través de ranuras y cubierto por una densa nube de tabaco, un antro que nunca conocí. Nunca tuve oportunidad de visitar un salón de recreativas durante mi infancia, no se si porque ya llegué tarde o porque nunca hubo ninguna cerca de mi. Lo mas cercano fueron las maquinas que había en una bolera a la que iba de vez en cuando con mis padres después del cine (fui un chico con suerte en ese sentido), pero se trataba de un ambiente totalmente distinto y la mayoria de las maquinas eran de las de sacar tickets para canjear por premios, habiendo muy pocas "recreativas" como tal.

Como digo, la historia de este protagonista se siente muy lejana a mi experiencia vital, pero aun con todo, hay una parte con la que si puedo conectar: el amor por los videojuegos. Descubrir este local supone un punto de inflexión para este chaval, pues descubre todas esas fantasías que siempre se mencionan cuando hablamos de por que nos gustan los videojuegos: visitar otros mundos, fantasías de poder, historias que enganchan, etc. Y aqui es donde yo y todos los que disfrutamos de este medio, podemos conectar.

Incluso si todo lo demás difiere, incluso si nuestras vidas son totalmente distintas, conocer la historia de como descubre y se engancha a los videojuegos hace que, inevitablemente, me sienta algo mas cerca de ese chaval, porque todos tenemos una historias similar, si no es con una maquina de recreativa es con una PlayStation, una Wii o un teléfono móvil.

Mi "local de arcade" se llamaba Minijuegos.com y lo creáis o no, hace unos 20 años ese era un lugar mágico. Cada día añadían 10 jueguitos nuevos, 10 oportunidades de encontrar una nueva obsesión. Desde juegos de peleítas con stickmans y juegos de motos que subían montañas a un juego muy extraño de un tipo haciendo caca o los de hacer que George Bush pase entre pelotas, que nunca entendí pero para un niño de 8 años era lo mas gracioso del mundo.

Con el tiempo, si que he podido jugar a esas recreativas a las que 198X hace homenaje y aunque mi experiencia haya sido de prestado a través de emuladores, Metal Slug se cuenta entre mis sagas favoritas de toda la vida gracias a ello. Aun si esa bolera que he mencionado antes tenia pocas recreativas, recuerdo con cariño una que tenían de The House of the Dead en la que me dejé bastantes mas monedas de las que debería en una visita con amigos y otra de carreras de vainas al estilo Wipeout de la que no recuerdo el nombre pero que me molaba muchísimo. 

La guinda del pastel fue un año en el que por las fiestas de mi ciudad, abrieron un garaje y le metieron dos billares y cuatro recreativas, entre las que había una del putísimo Tekken 3 a la que me pique toda una tarde con mi hermano. Desde ese año, que lo mismo fue 2016 o así, cada vez que llegan las fiestas volvemos a pasar frente a ese mismo garaje, solo para confirmar lo que ya sabemos: que aquello fue flor de un día.

Y si mi hermano (que es aun mas joven) y yo aun arrastramos el mono de aquella bolera, si aun volvemos a resoplar delante de esa puerta de garaje todos los años por esa experiencia de prestado, no es difícil entender por qué hay tanta gente que recuerda con cariño y nostalgia aquellos salones recreativos que marcaron su juventud.


No es difícil entender por qué tanto el protagonista como la parte del publico con la que intenta resonar sentían fascinación por cada nueva maquina a la que metía una monedita y trasladar esa sensación a como era para mi probar esos 10 jueguitos con los que mi web de confort se actualizaba cada día: una montaña rusa de emociones que acabó por convertirse en la puerta de entrada a los videojuegos como medio en general. 

Mas tarde llegaron una Game Boy Advance, la Wii y demás consolas y juegos de PC, pero el verdadero origen de mi obsesión tenia un fondo a rayas blancas y grises.

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